Yo sé a que viene todo esto.
Supongo que lo he sabido desde siempre. Desde el primer día supe que tenías en
ti todo el poder de lastimarme. Y aunque lo he sabido siempre, estoy a un lado
tuyo. Pudiendo estar armada y preparada, aquí me tienes indefensa. ¿Qué se le
va a hacer? Si así es el amor. Si no rompes, te rompen. Si no matas, te matan.
Como la guerra…
Qué triste que la experiencia
más bella del mundo pueda llegar a ser tan destructiva.
Pero no, me retracto. El amor
no es así. Al menos no siempre. Albergo la esperanza aún.
Estúpida, lo sé.
Pero no tiene caso también
dejar esto contigo. Ya es suficiente con el pedazo de corazón que te quedas.
¿Quieres más?
¿Qué más quieres? Tuviste mis
palabras, mis pensamientos, mis deseos, mis sueños, mis ilusiones, mis razones,
mis anhelos, mis caricias, mis besos, mis atenciones, mis preocupaciones, mis
sonrisas, mis enojos, mis celos, mis desvelos, mis fuerzas, mis debilidades,
mis simplezas, mis complicaciones, mis sentimientos.
¿Qué más te vas a llevar?
¡Ah, no!, Perdón. ¿Qué más te voy a dar yo, voluntariamente? ¿Cierto?
Porque sé que desde siempre
pretendes que yo tenga la culpa.
Está bien. Sé que la tengo en
mucha medida. Y si tú no tienes ganas de asumirla, asumo tu parte. Porque,
¿sabes?, soy más fuerte que eso. Y tonta tal vez. Y entregada también. Y amo
realmente. Y digo la verdad, hoy y siempre. Sí, quizá sí sea una tonta, por
asumir, además de todo, la responsabilidad de lo que ha pasado, pero no
cargo nada en mi conciencia. He hecho las cosas bien, las he hecho por amor.
Amor. Qué difícil. Nadie lo
entiende ni lo entenderá jamás. Estamos destinados a seguir equivocándonos.
Pero al menos aprendemos. Pero al menos perdonamos. Al menos podemos hacerlo
cada día mejor. Al menos sabemos qué simplemente duele y qué definitivamente
mata.
¿Sabes qué es aún más triste?
Que a pesar de todo, me quedaría. Sí, así de triste. Quizá no por mucho o quizá
para siempre. Pero me quedaría.
Me quedaría porque te amo. Me
quedaría porque tengo mucho por conocerte. Me quedaría porque sé que tienes
muchas sombras, demasiados demonios, algunos fantasmas. Me quedaría porque
puedo vivir con ellos. Me quedaría porque creo que aún hay en mi suficiente luz
para enseñarles a no amar la oscuridad. Me quedaría porque no sé huir ni ser
cobarde. Me quedaría porque no se deja a la persona amada por saber que guarda
dolor en su vida. Me quedaría porque sé que si me voy, intentarías erradicar
oscuridad con más oscuridad. Y hasta tú sabes que eso es imposible.
Y no lo malentiendas, no es
que crea que no eres lo suficientemente fuerte para hacerlo por ti mismo. Pero
quizá no sabes cómo. Por algo, esta es la manera que conoces. Y no digo que soy
la forma de saberlo, pero todos necesitamos un poco de ayuda, algo de apoyo,
menos soledad, más incondicionalidad.
No soy quién te va a
lastimar. Yo no te voy a fallar. Y si te fallo, aléjate. Si te fallo, corre,
huye y no vuelvas a mirarme…
…Te lo diría. Pero sé que no
me quieres en tu vida. Y contra eso, yo no puedo hacer nada.
No me rindo, te juro que no
me rindo. Pero esta vez no soy yo. Hoy no depende de mí. Es tan ajeno a mí que
duele. Porque es volver a la realidad. Es caer en la cuenta de que tu confianza
hacia a mi fue vaporosa, casi inexistente. Sé que no te conocí mucho, pero tú
me conociste menos. Y es una pena. Porque sí te di la llave a mi mente y a mi
corazón. Te di incluso la llave de mi alma. Y sé que la guardaste, pero no te
atreviste a abrir nada. Me desconoces tanto que asusta.
Y sí, yo lo sé, quizá de
verdad soy muy tonta. Me entrego, amo y admiro a un solo hombre. Un hombre que
quizá me usó, me rompió, volvió a armarme y finalmente me rompió una vez más.
Pero aún así estoy entera. Y de pie. Y no tuve que pasar por encima de nadie
para conseguirlo.
Y a pesar de todo, te amo.
Perdón, pero no es algo de lo que me pueda deshacer sólo porque desde hace algún tiempo supiera que todo iba a pique. No es tan fácil. Tampoco es algo que
pueda dejar de sentir porque supiera que podías hacer daño y que hay más
demonios que luz en ti. Eso es, incluso, irrelevante.
Se ama porque se ama. No
porque se crea en la perfección. Se ama porque no se puede explicar. Y cuando
se ama, se ama a todo el paquete: lo bueno y lo malo, lo destructivo y lo constructivo,
el pasado, el presente y la idea del futuro, la tristeza y la felicidad. Cuando
se ama, uno se queda, aún en los problemas. Cuando se ama, no se huye. Amar es un sentimiento. Y también
una decisión. Amar es saber que hay defectos, miles y miles, y saber que se
puede vivir con ellos.
Sé que tienes muchos defectos, así
cómo los tengo yo. Y aunque no conozco tus fantasmas, sabía que estaban ahí,
casi podía delinear sus siluetas. Pero
para amar, debe haber admiración al menos a algo. Y yo a ti te admiro muchas cosas.
Y sin embargo, aquí me ves,
alejándome, despidiéndome. Queriendo pero en realidad sin querer. A mi pesar,
pero por amor propio, por amor a ti, por no estorbar en tu vida, por querer que
seas feliz, por conocer más razones de las que crees que puedes esconderme, por
respeto y discreción, porque dueles.
Te escribo esta, la última
carta, para que recuerdes siempre que un día, alguien te amo como a nadie, y
que, desafortunadamente, a veces ni eso es suficiente. Sé que nunca te voy a
olvidar, pero sé que sí me voy para siempre. Aunque “para siempre” no exista.
Sé que pudimos haber hecho
más, pero esto no es mi decisión.
Como dije, el amor también es
una decisión: la decisión de ser la mejor versión de uno mismo por amor propio
y hacia alguien más.
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